Chicas pobres

Contribución a la lectura de Entre visillos en La Acequia.

Espolón

¿Alicia Sampelayo vive aquí?

Gertru, su mejor amiga, ha dejado el instituto porque se va a casar y su novio no quiere que estudie.

Para casarte conmigo no necesitas saber ni latín ni geometría; con que sepas ser una mujer de tu casa basta y sobra.

Tali —habría que detenerse en los nombres e hipocorísticos de esta novela— se hace amiga de Alicia, esa chica que tiene problemas con su madrastra y se refugia en las iglesias a rezar y llorar, porque es reservada, habla poco y no dice bobadas como las demás chicas; además viven cerca, de camino al instituto.

Alicia suele refugiarse en la intimidad de una cortina de flores; apenas cuenta con una cama, una silla que ofrecer a su amiga, el perfume a laca de la peluquería flotando en el ambiente, y el ruido del secador.

A Alicia, al contrario que a Tali, no se le dan bien las matemáticas, parece como si la pobreza y la habilidad para los números fueran por caminos diversos y divergentes. Natalia no siempre fue chica de posibles, confiesa a su profesor un pasado salvaje en un pueblo donde incluso llegó a cazar y donde comenzó sus estudios examinándose por libre. Eso justifica que ya en la ciudad, cuando ha mejorado la economía familiar gracias al wolframio, Natalia siga en el instituto y no vaya a un colegio distinto donde pueda alternar con chicas de su clase. Natalia y Gertru no dejan de ser dos bichos raros en un centro, más barato que los otros colegios, donde acuden las chicas de los pueblos… También fue Elvira, la hija del director recientemente fallecido, pero esa era una enchufada. No hay buen ambiente en los institutos, donde incluso las chicas se quedan embarazadas, por ello el novio de Gertru no quiere que su futura esposa siga allí, ni tampoco agrada la idea a la familia de Natalia, que asiste con mala resignación a la creciente amistad entre Alicia y Natalia.

Alicia no piensa hacer una carrera, se le dan mal las matemática y es demasiado caro.

—No voy a hacer carrera —dijo, andándose en las uñas, como otras veces que se azara—. Bastante tengo con terminar el bachillerato. Es muy caro hacer carrera y se tarda mucho. Tú sí harás, con lo lista que eres.

[…]

Me ha contado que en cuanto apruebe la reválida se quiere poner a trabajar para ganar algo de dinero. Hacer alguna oposición a Correos o a la Renfe, que piden  bachillerato.

Oposiciones a la Renfe, salida más que airosa para las chicas de provincias que querían ser independientes, aun a riesgo de convertirse en unas solteronas. Oposiciones a Correos como una salida digna a la pobreza, aunque en el fondo se tengan otros sueños. ¡Quién no los tiene!

Alicia, la pobre chica viene muy mal vestida, y debe pasar un poco de frío, con esa chaqueta de sastre que trae encima del vestido azulina.  Dice que a ella no le pasan las balas porque ha vivido mucho en un pueblo de Burgos de donde es su abuela, que es uno de los más fríos de España, y que se levantaba tempranísimo y nunca gastaba abrigo.

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Es oír el nombre de Burgos y acordarme de «mi pueblo», de aquel pueblo donde hacía tanto frío y donde recalé en mi primer destino como maestra.

Sigo leyendo, el párrafo es premonitorio y empiezo a entender por qué me cae bien Alicia.

Lo dice con mucho orgullo, y me toca por la calle para que vea que tiene siempre las manos calientes. Del pueblo de su abuela me ha hablado mucho, del jefe de la estación que es su tío, de una alberca muy grande, cerca de un melonar, de las fiestas de verano con baile; y de la trilla. Ella vivió una temporada en casa de su tío, en la estación, y veía pasar los trenes. Estar aquí no le gusta, le gustaría hacer la carrera de maestra y que se la destinara al pueblo, vivir con su abuela hasta que se muriera, enseñarles a leer y a escribir a los niños de allí, que los conoce a todos. Yo le digo: «Bueno, y casarte», pero se ríe y dice que no, que eso ella no lo piensa, que si lo pienso yo.

No, yo tampoco pensaba en casarme… Y no me casé.

Acerca de Andrea Santovenia

Escribo y leo, leo y escribo. Me gusta plasmar experiencias sobre el papel. La Red me da libertad. Después de una novela por entregas, sigo con los relatos y las experiencias del día a día.
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2 respuestas a Chicas pobres

  1. Y había que tener mucho valor en aquellos tiempos para que una mujer decidiera no casarse y poder hacer una vida plena. Excelente contribución.

  2. Natalia conoce el mundo de las chicas pobres en el Instituto. En mis años de estudiante, los setenta, todavía se decía que las del Insti estábamos peor educadas, aunque se nos reconocía un mejor nivel. Y que allí no había tío tío páseme usted el río.

    Pero «el pequeño bombero» disfruta en el Instituto, a pesar del frío, las incomodidades y los horarios de tarde. Y les lleva membrillo, manzanas, cosas de comer, bien por Talita. Alicia no podía aspirar a estudiar a una carrera, ni siquiera la de Magisterio, corta y baratita. Haría oposiciones a Renfe o a Correos. Ahora ha de acabar el Bachiller, estudiando entre ruidos de secadores y olor a laca, con la presencia de una madrastra antipática, la Cenicienta…La sensibilidad de Natalia capta la desigualdad, ayuda a su amiga, es un personaje atractivo.

    Alicia vivió en un pueblo de Burgos, como ése tan bonito que muestras, frío, frío. No sé si se paseó por el Espolón, un paseo muy provinciano que ahora está de capa caída.

    Yo también soy maestra y tampoco me casé. Vocación en los dos casos. Valor ninguno, valor para casarse, pensaba yo.

    Besos, Coro.

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