Isabel

Aunque el profesor Ojeda insista en que no debemos leer El alcalde de Zalamea con los ojos del siglo XXI, yo me voy a permitir seguir en ese registro.

Como ilustración voy a elegir una imagen de Dulcinea, al menos una imagen de cómo la ven los artistas en el siglo XX, porque no faltan «homenajes» en la obra calderoniana a la figura de Cervantes y su Quijote, y porque se me antoja que Calderón se inspiró un poco en el modelo de amada ideal para recrear a Isabel.

Monumento a Cervantes (Madrid) 06b

En el momento de escribir El alcalde de Zalamea, Calderón es un hombre de corte y ha vivido, si exceptuamos su época de estudiante, siempre en la corte, aunque algunos biógrafos le atribuyan un periodo militar en los tercios. No hay indicios de que conociera de primera mano la vida en el campo, ni las características de sus habitantes, si eran guapos o feos, honrados o mezquinos, orgullosos o mentecatos.

Para el hombre de la corte, muy influenciado por los estereotipos de la literatura, los labradores eran en esencia feos y olían a ajo. Una labradora no podía ser bella, y así se hace notar en algún momento de esta obra:

¿No decías que villanas
nunca tenían belleza?

Uno de los méritos de Calderón es sin duda superar este estereotipo y hacer de la protagonista de la obra, una simple labradora, no solo una mujer bella sino también una mujer inteligente —discreta en el lenguaje de la época— que deja enamorado al orgulloso capitán.

No solo vuestra hermosura
es de rara perfección,
pero vuestro entendimiento
lo es también, porque hoy en vos
alianza están jurando
hermosura y discreción.

Antes de esta escena clave, del encuentro físico, el capitán ya ha tenido noticias de su hermosura, pero los espectadores llevan algo más de ventaja pues saben por otros personajes que no solo es hermosa, sino también un buen partido, aunque esta opción, que la vean como una solución económica y no como una persona le disgusta a Isabel en extremo.

La escena entre Isabel e Inés, ante los galanteos de don Mendo nos da esa luz sobre su personalidad. La prima, Inés, quizá pobre, se muestra más festiva ante los pocos alicientes que la vida en el pueblo ofrece, la llegada de los soldados, que sirve de preámbulo a la escena del cortejo por parte de don Mendo, siempre es un acontecimiento:

Asómate a esa ventana,
prima; así el cielo te guarde.
Verás los soldados que entran
en el lugar.

Frente a Inés, más alegre y desenvuelta, Isabel se nos presenta enormemente seria. ¿Acaso estaban reñidas en la época virtud y alegría? A Isabel ni le hacen gracia los requiebros del hidalgote don Mendo, ni la charla vana de los soldados que van a alojarse en su casa. Si su padre, con su extrema prudencia, teme por la integridad física y moral de su hija, a esta lo que le horroriza es la charla vana:

Sé que el estarme
aquí es estar solamente
a escuchar mil necedades.

Tan poco le agradan los festejos a Isabel, que cuando al día siguiente don Lope, en principio todo un caballero de cierta edad, intenta honrarla invitándola a cenar con él, Isabel solo acepta por obediencia y aun así se hace acompañar de su prima. Su paciencia llega al límite cuando ante los cánticos de la calle dirigidos a ella exclama en un aparte:

¿Qué culpa tengo yo, cielos,
para estar a esto sujeta?

Pese a que todos los hombres que la rodean se abrogan algún tipo de derecho sobre ella, Isabel mantiene su independencia de pensamiento, y solo cuando ha sido forzada se pliega a las conveniencias del momento.

El capitán desdeñado, pero extrañado de que una mujer, y además labradora, se niegue a sus deseos, no duda en acudir a todo lo inimaginable para forzar su voluntad:

¡Que una villana haya tan
hidalga resistencia,
que no me haya respondido
una palabra siquiera
apacible!

No debemos olvidar las palabras que Inés ha pronunciado antes, en otra ocasión, cuando Isabel decide ocultarse y ocultarla a ella a las miradas masculinas:

mas tengo por disparate,
guardar a una mujer,
si ella no quiere guardarse.

El carácter y personalidad de estas mujeres no era en modo alguno plano.

(Lectura colectiva de El alcalde de Zalamea en la Acequia).

 

Acerca de Andrea Santovenia

Escribo y leo, leo y escribo. Me gusta plasmar experiencias sobre el papel. La Red me da libertad. Después de una novela por entregas, sigo con los relatos y las experiencias del día a día.
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6 respuestas a Isabel

  1. Pocos campesinos conocería Calderón, tal vez alguno acomodado como Pedro Crespo. Sí conocía al ejército, al parecer estuvo en la guerra de Cataluña donde pidió la baja poco antes de escribir «El Alcalde de Zalamea».

    No son personajes planos estas mujeres, bien trazadas con pocos trazos. Las palabras de Inés son la voz del pueblo: «madre, la mi madre, guardas me ponéis, que si yo no me guardo, no me guardaré». Isabel es muy «discreta» y hermosa, no es una villana de malas manos y malos pies. Y sabe dar una respuesta, ya lo creo que sabe.

    No son contemporáneas pero empatizamos con Isabel porque es una víctima del honor,cuántas burradas en el nombre del maldito honor.

    Un abrazo, Coro.

    • La campaña de Cataluña fue hacia 1940, o sea, después de haber estrenado El alcalde. Los biógrafos que le atribuyen intervenciones militares antes de esta época parecen confundirle con su hermano. En cualquier caso parece claro que conocía la vida del soldado, que debía ser harto conocida por los contemporáneos.

  2. Tienes razón, Calderón participó en el asalto para la toma de Lérida en la primavera de 1642. Pidió el retiro según consta en un documento firmado el 15 de noviembre de 1642. Y la fecha de «El alcalde de Zalamea» es, presumiblemente, 1636; aunque tampoco es segura. Conocía de sobra la vida del soldado, estuviera o no en campañas anteriores.
    Gracias y un abrazo.

  3. Me expresé mal: podemos leer a Calderón desde nuestra mirada -para eso es un clásico- pero no debemos confundirlo con un contemporáneo…
    Por ejemplo: entendemos la defensa de estas mujeres como algo moderno, pero no lo es. Su honor no era individual, sino familiar, no les pertenecía por derecho propio. De ahí que no se les diera libertad, sino vigilancia…Calderón está lejos de ser un feminista, pero sí está de parte de la mujer como -según se entendía- la parte más débil de la estructura familiar. Un régimen patriarcal de vida. Fuera de él, la mujer no tenía sentido.
    Pero hoy es lícito usar a este personaje de manera moderna para intervenir en un problema social actual. Pero eso no es ya Calderón sino nuestra interpretación. Perfectamente válido, para esto están los clásicos.
    Me ha gustado mucho lo de la mujer ideal y lo del mundo campesino -abordaré las razones en una entrada-. Bien visto.

  4. La figura de Dulcinea con una criba me lleva a pensar a que qué distintos son los hijos de Pedro Crespo de los que yo conocí en mi infancia como hijos de labradores ricos. Ni Isabel ni Inés parece que pisaron la era, y Juan gasta en el juego lo que su padre gana con una buena administración.

    Isabel más señora que muchas señoras, que hasta dama de compañía tiene en su prima, y sin embargo, fuera la parte más débil de esa unidad superior que era la familia, o tuviera su propia personalidad, Calderón la definió muy bien.

  5. Paco Cuesta dijo:

    Entiendo que Calderón deja patente varios conceptos prevalentes entonces: honra, respeto, sumisión, obediencia…, impuestos, obligados, acatados. Como queramos hoy definirlo.

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