Creerte que vas a un acto marginal y encontrarte algo totalmente guionizado. Los grandes poderes, los que cortan el bacalao, lo que se ríen a coro en clan cerrado, todos apoyando a todos… y yo.
La joven escritora se sonroja nerviosa y la madre, de pelo blanco, no puede contener la emoción del momento y alaba orgullosa la obra de su hija: «Ya puedes decir que eres escritora, que lo has conseguido.» La miro y me recuerda demasiado a otra señora de pelo blanco; de no ser porque no es, diría que es ella, otra señora que en el otro extremo del mapa celebra que su hija haya encontrado por fin vestido para vestir a sus princesitas que van a ir de boda: «¡Habemus vestidos!»
No todo está escrito.
Queda todo por leer, diría yo.